ENTREVISTA: ALMUERZO CON... MARTIN SELIGMAN
ISABEL LANDA 21/03/2011 Martin Seligman, el estadounidense,impulsor de la psicología positivista y profesor en la Universidad de Pensilvania, no muestra atisbo de perplejidad cuando se le explica que Gaztelubide, una emblemática sociedad gastronómica ubicada en la Parte Vieja de San Sebastián, se ha resistido hasta hace poco tiempo a que entren las mujeres.
Martin Seligman (Albany, EE UU, 1942), sentado en una mesa de madera sin mantel, rinde pleitesía a un plato de perretxikos con cardo mientras comienza a despachar los asuntos del alma entre bocado y bocado. El estadounidense, impulsor de la psicología positivista y profesor en la Universidad de Pensilvania, no muestra atisbo de perplejidad cuando se le explica que Gaztelubide, una emblemática sociedad gastronómica ubicada en la Parte Vieja de San Sebastián, se ha resistido hasta hace poco tiempo a que entren las mujeres. Una educación estricta en un colegio militar le ha dejado cierto poso que contrasta con su forma de vida: ayudar a las personas a ser felices.
No le gusta hablar de la felicidad en bruto. "Un término engañoso que no se puede medir. Es mejor descomponer la felicidad en elementos para poder cuantificarlos y estudiarlos científicamente". Seligman cita el Paspel, (Perma, en inglés: cinco elementos definidos a partir de los cuales medir la felicidad), como si fuera un mantra; emociones positivas, la sintonía con el entorno, la pertenencia a un grupo o el altruismo, los logros o las metas. "Se puede aprender a ser feliz, pero hay que practicar. No se trata de trabajar solo unos elementos y otros no, sino que todos juntos hacen que sea posible ser más felices".
Mientras prueba con deleite unos espárragos frescos de Navarra recuerda que durante años trató de investigar el sufrimiento humano hasta que decidió tirar por otro camino: "Se puede aspirar a más, no solo a paliar el sufrimiento, sino a que los que están bien estén mejor". Lo dice él, un hombre que se define como pesimista y que debe tomar su propia medicina.
Padre de siete hijos, Seligman viaja siempre con su familia. En esta ocasión, pasó por el congreso Diálogos de cocina con su mujer y tres de sus hijos porque forma parte de la formación que quieren darles para potenciar sus fortalezas y mantenerse unidos: "No van a la escuela hasta los 14 años, estudian en casa porque es hasta la adolescencia cuando podemos inculcarles las herramientas para que sean positivos".
Llega la chuleta con los pimientos rojos cristal, el plato fuerte del menú elaborado por el equipo del chef Luis Andoni Anduriz, ideólogo del congreso. Seligman, a quien no le gusta frivolizar con la sonrisa, tiene ya claro que los cocineros son auténticos líderes porque inspiran a las masas. Y va más allá: la gastronomía y la psicología positiva tienen más en común de lo que puede parecer a priori cocinar un guiso de liderazgo, motivación y psicología. "Los cocineros cogen ingredientes buenos para lograr la excelencia. Mejoran lo que ya es bueno".
En los postres, mientras degusta queso con membrillo, este hombre amable pero serio, desvela sus ambiciones: "Que en 2021 el 51% de la población del mundo tenga el Perma alto". Pone como ejemplo la iniciativa liderada por el primer ministro inglés, el conservador David Cameron, que quiere medir y mejorar el bienestar en Reino Unido. Se trata de cuestionar las políticas públicas.
¿Cómo valorar entonces la felicidad? ¿Por momentos o recuerdos, o hay que medirla por la satisfacción en la vida? ¿A corto o a largo plazo? Interrogantes que deja sobre la mesa.
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