Eso concluyó estudio adelantado por las universidades de Londres y de Milán-Bicocca.
Los investigadores, cuyo trabajo acaba de ser publicado en 'Psychological Science', sostienen que este hallazgo aporta claves sobre cómo el cerebro procesa el dolor. Sugieren, además, que una mejor comprensión de este mecanismo podría conducir a nuevos tratamientos para algunas enfermedades crónicas.
Según los autores del estudio, se aplicó una sonda de calor en la mano a 18 voluntarios y se aumentó gradualmente la temperatura. Tan pronto como la persona empezó a sentir dolor, la sonda se retiró y se midió la temperatura.
Patrick Haggard, profesor de neurociencia cognitiva de la Universidad de Londres, explicó que "esto nos da una medida del umbral de dolor, y es una manera segura y fiable de medir cuándo las vías cerebrales que ponen de manifiesto el dolor se activan".
También se utilizó un conjunto de espejos para manipular lo que los voluntarios veían. De este modo se estableció que aquellos que veían su mano en el espejo podían tolerar, en promedio, 3 grados centígrados más de calor, que aquellos cuya mano estaba oculta por un bloque de madera.
Citado por BBC Ciencia, Haggard señaló que "siempre les aconsejo a los niños que no miren cuando están recibiendo una inyección o se les toma una muestra de sangre, pero hemos descubierto que mirar el cuerpo es analgésico: sólo mirarlo reduce los niveles de dolor".
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