Hay personas que cuando llega el frío se sienten muy bien y otras que, opuestamente, “se quedarían en casa durmiendo hasta que llegue la primavera”.
Por Carlos Martínez Sagasta. Existe una entidad que no es tan conocida como –sí- padecida por muchos, cerca de medio millón de personas en los EEUU y aún muchas más en sus formas leves: el Trastorno Afectivo Estacional (TAE). Antes conocido como depresión invernal se trata de un cambio del humor y de la conducta que aparece con la estación del frío.
Entre sus síntomas más comunes se encuentran:
Cambios en el apetito, especialmente avidez por dulces o hidratos de carbono.
Aumento de peso
Disminución en el nivel de energía
Fatiga
Tendencia a dormir en exceso
Dificultad para concentrarse
Irritabilidad o ansiedad
Aumento de sensibilidad al rechazo social
Evitar situaciones en que haya contacto social
Pérdida de interés por actividades que solía disfrutar.
Los síntomas pueden confundirse con Depresión, Distimia, o Trastornos Bipolares. Hay diferentes factores que pueden hacer más difícil el diagnóstico diferencial dado que en no pocos casos la depresión mayor empeora en invierno o en algunos casos el “rebote” del humor que se produce en primavera-verano puede emular estados maníacos.
El TAE está relacionado con un desequilibrio bioquímico en el cerebro causado por los días más cortos y la falta de luz solar en el invierno. Así como la luz del sol afecta las actividades de los animales según la estación, el TAE puede ser un efecto de este cambio estacional de la luz en los seres humanos, también animales al fin.
Cuando cambian las estaciones, las personas sufren un cambio en sus relojes biológicos o ritmos circadianos (ciclos diarios) que pueden causar alteraciones en la rutina cotidiana. El tema de los ritmos circadianos se ha transformado en un tema de interés en la Psicología actual y valdrá la pena dedicarle algún comentario más adelante.
El TAE también se ha asociado con la melatonina, una hormona relacionada con el sueño. Esta hormona, también vinculada con la depresión, se produce en mayor proporción en la oscuridad. Se genera más melatonina cuando los días son más cortos y por ende más oscuros, por eso pueden aparecer estados de sueño o fatiga en momentos inadecuados.
Entre los abordajes terapéuticos con que cuenta este trastorno se encuentra el aprender a manejar las relaciones interpersonales en forma más efectiva y la estabilización de patrones sociales como horarios de sueño y vigilia, de las comidas, y de los contactos sociales.
Los síntomas del TAE se pueden mejorar con un aumento en la exposición a la luz del sol. Se puede hacer una larga caminata al aire libre u organizar la casa o la oficina de modo de quedar expuesto a la luz de una ventana durante el día.
Si los síntomas de depresión son graves y afectan considerablemente la vida diaria, la terapia con luz puede ser una opción de tratamiento efectivo. Los investigadores han demostrado que la luz brillante genera cambios químicos en el cerebro.
Este tipo de terapia consiste en exponerse a luz muy brillante (mucho más que la iluminación artificial habitual) entre 30 y 90 minutos diarios durante los meses de invierno. Estas sesiones de terapia con luz se utilizan preferentemente durante la mañana.
Las sesiones de psicoterapia y, en algunos casos, la prescripción de antidepresivos son otras alternativas, pero es importante la búsqueda de ayuda de un profesional médico calificado en estos casos.
El TAE puede ser diagnosticado erróneamente como problemas de la glándula tiroides, mononucleosis infecciosa u otras infecciones virales, por lo que requiere una evaluación correcta.
En algunas personas, puede confundirse con una enfermedad más grave como depresión severa o trastorno bipolar. Sin embargo, si la depresión es grave o quien lo padece experimenta pensamientos suicidas lo mejor es consultar con un médico sobre las opciones de tratamientos.
Como puede verse, existen varios problemas que afectan a muchas personas, pero no son tan conocidos o no se les dedica el suficiente espacio. Pueden no ser tan severos, aunque afectan la vida cotidiana. Este puede ser uno de ellos, y vale la pena tenerlo en cuenta si el invierno resulta más duro de lo que debería ser.
http://nutrar.com/site_contents/view/455
Por Carlos Martínez Sagasta. Existe una entidad que no es tan conocida como –sí- padecida por muchos, cerca de medio millón de personas en los EEUU y aún muchas más en sus formas leves: el Trastorno Afectivo Estacional (TAE). Antes conocido como depresión invernal se trata de un cambio del humor y de la conducta que aparece con la estación del frío.
Entre sus síntomas más comunes se encuentran:
Cambios en el apetito, especialmente avidez por dulces o hidratos de carbono.
Aumento de peso
Disminución en el nivel de energía
Fatiga
Tendencia a dormir en exceso
Dificultad para concentrarse
Irritabilidad o ansiedad
Aumento de sensibilidad al rechazo social
Evitar situaciones en que haya contacto social
Pérdida de interés por actividades que solía disfrutar.
Los síntomas pueden confundirse con Depresión, Distimia, o Trastornos Bipolares. Hay diferentes factores que pueden hacer más difícil el diagnóstico diferencial dado que en no pocos casos la depresión mayor empeora en invierno o en algunos casos el “rebote” del humor que se produce en primavera-verano puede emular estados maníacos.
El TAE está relacionado con un desequilibrio bioquímico en el cerebro causado por los días más cortos y la falta de luz solar en el invierno. Así como la luz del sol afecta las actividades de los animales según la estación, el TAE puede ser un efecto de este cambio estacional de la luz en los seres humanos, también animales al fin.
Cuando cambian las estaciones, las personas sufren un cambio en sus relojes biológicos o ritmos circadianos (ciclos diarios) que pueden causar alteraciones en la rutina cotidiana. El tema de los ritmos circadianos se ha transformado en un tema de interés en la Psicología actual y valdrá la pena dedicarle algún comentario más adelante.
El TAE también se ha asociado con la melatonina, una hormona relacionada con el sueño. Esta hormona, también vinculada con la depresión, se produce en mayor proporción en la oscuridad. Se genera más melatonina cuando los días son más cortos y por ende más oscuros, por eso pueden aparecer estados de sueño o fatiga en momentos inadecuados.
Entre los abordajes terapéuticos con que cuenta este trastorno se encuentra el aprender a manejar las relaciones interpersonales en forma más efectiva y la estabilización de patrones sociales como horarios de sueño y vigilia, de las comidas, y de los contactos sociales.
Los síntomas del TAE se pueden mejorar con un aumento en la exposición a la luz del sol. Se puede hacer una larga caminata al aire libre u organizar la casa o la oficina de modo de quedar expuesto a la luz de una ventana durante el día.
Si los síntomas de depresión son graves y afectan considerablemente la vida diaria, la terapia con luz puede ser una opción de tratamiento efectivo. Los investigadores han demostrado que la luz brillante genera cambios químicos en el cerebro.
Este tipo de terapia consiste en exponerse a luz muy brillante (mucho más que la iluminación artificial habitual) entre 30 y 90 minutos diarios durante los meses de invierno. Estas sesiones de terapia con luz se utilizan preferentemente durante la mañana.
Las sesiones de psicoterapia y, en algunos casos, la prescripción de antidepresivos son otras alternativas, pero es importante la búsqueda de ayuda de un profesional médico calificado en estos casos.
El TAE puede ser diagnosticado erróneamente como problemas de la glándula tiroides, mononucleosis infecciosa u otras infecciones virales, por lo que requiere una evaluación correcta.
En algunas personas, puede confundirse con una enfermedad más grave como depresión severa o trastorno bipolar. Sin embargo, si la depresión es grave o quien lo padece experimenta pensamientos suicidas lo mejor es consultar con un médico sobre las opciones de tratamientos.
Como puede verse, existen varios problemas que afectan a muchas personas, pero no son tan conocidos o no se les dedica el suficiente espacio. Pueden no ser tan severos, aunque afectan la vida cotidiana. Este puede ser uno de ellos, y vale la pena tenerlo en cuenta si el invierno resulta más duro de lo que debería ser.
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