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De una salud en riesgo a una vida mejor


Más que escribir sobre la pérdida de peso, fue ponerse manos a la obra lo que salvó a un escritor que estaba al borde del desastre



Imagen de noticias HealthDayVIERNES, 15 de enero (HealthDay News/DrTango) -- Es fácil fruncir el ceño cuando un médico le receta dieta y ejercicio como cura para algo que le aqueja. Pero funciona. Lo hizo en mi caso.
El año pasado, con dieta y ejercicio perdí más de 60 libras (27.2 kilos), combatí la prediabetes y reduje mi colesterol. Lo conseguí armado con el conocimiento que me dieron profesionales en el tema, mucha reflexión por mi parte y trabajado duro.
Mi médico de familia, el Dr. Paul Weaver de West Salem Family Practice en Oregón, me indicó un análisis de sangre en febrero. Los resultados no fueron nada alentadores.
Mi glucosa en sangre había llegado al nivel de prediabetes. Mi colesterol era peligrosamente elevado. Las enzimas del hígado estaban por las nubes. Tenía comienzo de síndrome metabólico, un grupo de afecciones que en conjunto elevan en gran medida los riesgos de sufrir problemas cardiacos graves.
Weaver me dijo que debía tomar medidas para mejorar mi salud y que, si no lo hacía, iba a tener diabetes.
"Hay un punto en que la situación es irreversible, cuando usted ha eliminado una cantidad considerable de receptores de insulina que ya no puede volver a la normalidad ni siquiera con dieta y ejercicio", explicó.
Mi hígado también se había vuelto propenso a enfermedades y daños. "Su hígado tiene vetas de grasa", me dijo Weaver. Tanto la enfermedad cardiaca como la hepática eran inevitables si yo no hacía nada para revertir la situación.
Sabía bien por qué estaba como estaba. Tengo una altura de 6.2 pies y siempre había sido un hombre de constitución robusta, aunque había ganado más peso en los últimos años. El día de mi examen, la escala marcó 268 libras (121.6 kilos)
Tampoco era muy activo, hacía ejercicio una o dos veces a la semana, además los fines de semana daba largos paseos en bicicleta. Pero también compartía una pizza con mi esposa una vez a la semana, comía pollo frito de manera regular y agradaba el paladar con grandes tazones de helado.
Sabía hacía donde me dirigía. Mi padre había fallecido el año anterior de enfermedad cardiaca y cáncer de pulmón. Tenía tíos y abuelos que habían muerto a causa de la diabetes, insuficiencia cardiaca y cáncer. En Estados Unidos, el 66 por ciento de los adultos tiene sobrepeso o es obeso, de acuerdo con los Institutos Nacionales de Salud.
Weaver me dijo que necesitaba hacer mucho más y rápido. Necesitaba hacer ejercicio con más frecuencia, por una sola cosa. "Su peso no se está moviendo, su cuerpo le está enviando señales de que se están produciendo cambios horribles", me dijo. "Otra persona podía hacer las mismas cosas que yo y le funcionaría, pero ese no era mi caso".
También me recomendó hacer cambios inmediatos en la dieta, cambios que conocía por mi trabajo como escritor de salud.
  • No más arroz blanco ni harina blanca, y debía reducir la azúcar al mínimo. "Esos son alimentos hiperglucémicos", dijo. "Si experimenta una gran subida de azúcar y de insulina, eso agrava el síndrome metabólico".
  • No más alcohol. Vivo en el noroeste, donde abundan las microcervecerías y bodegas de vino de gran calidad. Sin embargo, el alcohol contiene una gran cantidad de azúcar y podía dejar una cicatriz en mi hígado en el estado en que se encontraba.
  • No más alimentos grasos ni grasientos. Necesitaba perder peso y reducir los niveles de colesterol. Las grasas contienen más calorías que los carbohidratos o las proteínas, además las grasas saturadas elevan los niveles de colesterol malo en el torrente sanguíneo.
Salí del consultorio médico de Weaver asustado y temblando, pero también con una determinación. Iba a hacer todos los cambios que me había recomendado. Empecé a tomar agua o bebidas sin azúcar y a tomar leche al uno por ciento. Sólo comía panes y pasta integrales, aunque algunas veces me permitía el capricho de comer los de harina blanca. Reduje mi consumo de carne roja y empecé a comer más a menudo pollo, pescado y carnes vegetales.
Otro nuevo hábito que incorporé fue leer atentamente las etiquetas de los alimentos, prestar atención a la información alimenticia y a la lista de ingredientes. No compraba alimentos que tenían un alto contenido de azúcar o grasa saturada. Descartaba todo lo que tuviera aceites parcialmente hidrogenados, ya que indicaba la presencia de grasas trans. Me esposa empezó a llamarme el "Nazi de los alimentos".
Mi día comenzaba con un tazón de avena corte de acero con algunas frutas secas, endulzada con Splenda y leche de soya. La comida del medio día consistía en carne magra y verduras, y por la tarde tomaba algunos refrigerios como queso de hebra o manzanas con mantequilla de cacahuate (maní). En la cena comía carne magra o pescado junto con verduras, y como refrigerio para después también comía un tazón de cereales bajos en azúcar, tales como copos de cereales o Cheerios.
Los expertos recomiendan ingerir muchas comidas pequeñas al día, y eso funcionó para mí, me impidió que tuviera mucha hambre y que comiera en exceso. Y debido a que el cuerpo quema una determinada cantidad de calorías al procesar lo que uno come, mantener el estómago con comida ayuda a su metabolismo.
Mi ejercicio también lo aceleró. Courtney Gray, entrenadora personal de Courthouse Athletic Club, me ayudó a idear un plan de ejercicio. Me aconsejó que empezara a trabajar al menos cinco o seis días a la semana.
"Con venir al gimnasio unas cuantas veces a la semana será suficiente para mantenerse en forma, además su corazón se mantendrá en buen estado", me dijo. "Pero si quiere perder una cantidad significativa de peso, eso no es suficiente".
También me recomendó un entrenamiento cruzado. Seguir montando bicicleta y hacerlo incluso con más frecuencia, pero también levantar peso día sí día no, seguido por al menos media hora de ejercicio en la cinta andadora o máquina elíptica.
Eso me ayudaría a elevar mi masa muscular magra, explicó. Los músculos en reposo queman más calorías que grasas, lo que acelera el metabolismo al comenzar la rutina para bajar de peso.
También, el cuerpo tiende a adaptarse si la persona sólo hace un tipo de ejercicio, lo que genera menores resultados, señaló Gray. Pero si sigue cambiando los tipos de ejercicio y esforzándose, mantendrá al cuerpo en constante adivinación.
Tras introducir estos cambios, empecé a bajar de peso rápidamente, y eso me animó a seguir. Mis rutinas de ejercicio en bicicleta empezaron a ser más duras, a medida que perdía peso y ganaba músculo, y en poco tiempo ya estaba con los grupos rápidos pedaleando entre 24 y 26 millas por hora (38.6 y 41.8 kilómetros por hora).
No obstante, tenía miedo de volver a hacerme el análisis de sangre, me preocupaba de que todo el trabajo que había hecho no fuera a dar los resultados que tanto esperaba y necesitaba. Finalmente en septiembre, afronté la situación y volví al consultorio del médico.
Los resultados fueron sorprendentes. Todo lo que tenía mal antes estaba dentro de los niveles normales. La glucosa en sangre, los triglicéridos, el colesterol LDL (lipoproteína de baja densidad). Las enzimas del hígado. ¿Y el peso? 210 libras (95.3 kilos).
Weaver calificó los resultados oficiales como "excepcionales" y "fantásticos", muy próximos a algunos de los mejores números. "Su cuerpo está respondiendo de forma increíble", me escribió en la nota, que colgué en la oficina de mi casa. "Siga trabajando".
Y ese es, desde luego, el siguiente desafío.
Relajarme significaría recuperar alguna parte o todo el peso perdido. De vez en cuando me doy unos cuantos caprichos: Hace poco, comí el primer pollo frito en cerca de un año. Pero ahora reconozco la importancia de mantenerse alerta, de seguir comiendo de manera correcta y haciendo ejercicio.
Ahí están los beneficios para recordármelo. Tengo mucha energía, y el ejercicio me ha aliviado el estrés. Ahora pedaleo con más fuerza que nunca, hace poco completé un recorrido en bicicleta que implicaba pedalear más de 100 millas (160.9 kilómetros) en un día, y lo finalicé con un mínimo de dolor y cansancio.
Mantener el peso a raya, es un proceso que no tiene fin, señala Gray.
"Perder peso es un gran desafío para las personas porque muchas no asumen ese compromiso. Saben que lo necesitan. Pero lo más difícil es hacerlo. Un gran porcentaje de las personas que conozco tienen un buen comienzo y luego lo dejan tras unos cuantos meses", apuntó.
"Al final, su salud es lo que importa", agregó Gray. "Es su salud lo que usted está cambiando y mejorando".

Artículo por HealthDay, traducido por Hispanicare



Logo de HealthDayFUENTES: Paul Weaver, D.O., West Salem Family Practice, W. Salem, Ore.; Courtney Gray, personal trainer, Courthouse Athletic Club, Salem, Ore.

HealthDay

(c) Derechos de autor 2010, ScoutNews, LLC


Dirección de esta página: http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/news/fullstory_94174.html (*Estas noticias no estarán disponibles después del 15/04/2010)



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