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Borrar Malos Recuerdos. Actualizar los miedos para que desaparezcan

Un grupo de investigadores elimina miedos sin necesidad de técnicas invasivas La terapia podría ser útil en el tratamiento de trastornos de ansiedad
MADRID.- Cuando un recuerdo se evoca, se abre una ventana temporal en la que es posible alterarlo. Así, al reactivar un miedo, es posible hacerlo desaparecer mediante una sencilla técnica de condicionamiento. Esto es lo que un grupo de científicos ha demostrado en un experimento detallado en las páginas de la revista 'Nature'.



"Nuestro trabajo sugiere que durante la vida de una memoria existen ventanas de tiempo en las que se vuelve susceptible para ser cambiada de forma permanente", ha explicado Daniela Schiller, autora principal del trabajo, procedente de la Universidad de Nueva York (Estados Unidos). "Comprendiendo la dinámica de la memoria podremos, a largo plazo, abrir nuevas vías para el tratamiento de trastornos causados por recuerdos emocionales anormales", concluye.
John Watson, fundador del conductismo, llevó a cabo un controvertido experimento en el que un niño adquirió miedo hacia las ratas mediante las técnicas de condicionamiento clásico. Cada vez que el pequeño Albert acercaba su mano para tocar al animal, Watson y su ayudante, Rosalie Rayner, emitían un sonido atronador. Al cabo de ciertas repeticiones, el niño exhibía una reacción miedosa ante la simple visión del roedor, al asociarla al incómodo ruido.
En los planes de Watson y Warner estaba llevar a cabo el descondicionamiento de este miedo, pero el experimento nunca se realizó ya que el pequeño Albert recibió el alta del hospital. La cuestión de si es posible o no borrar, bloquear o alterar las memorias de miedos sigue despertando el interés de médicos y científicos, especialmente por su utilidad a la hora de tratar trastornos de ansiedad o postraumáticos.
El conocimiento sobre los mecanismos de la memoria ha avanzado en las últimas décadas. Los recuerdos no son elementos inamovibles, como sugiere la visión tradicional. Al contrario, según señala la teoría de la reconsolidación y tal y como han demostrado varios estudios, los recuerdos se consolidan -casi se vuelven a formar- cada vez que se evocan.
Durante este periodo de reconsolidación, que dura unas seis horas, las memorias se pueden actualizar. Es decir, es posible incorporar nueva información a las mismas, un fenómeno que desde el punto de vista evolutivo sería útil como mecanismo adaptativo. De hecho, numerosos experimentos confirman que este proceso es compartido por distintas especies, como los humanos y los roedores.

Seis horas para cambiar los recuerdos

Siguiendo esta senda, Schiller y su equipo diseñaron un experimento para comprobar si es posible interferir en la reconsolidación de los recuerdos para cambiarlos y hacer que los miedos dejen de ser tales. Se trataba de un condicionamiento clásico. Los participantes observaban varios objetos, uno de los cuales se asociaba con un estímulo doloroso (una descarga eléctrica). Tras varios intentos, los sujetos mostraban una reacción de miedo ante ese elemento sin necesidad de sufrir una descarga.
Un día después de creado ese miedo, se procedió a su reactivación (es decir, se inició su reconsolidación). Se presentó de nuevo el objeto pero esta vez no estaba asociado a un estímulo incómodo para tratar así de alterar esa memoria, de actualizarla. Al tercer día, el objeto que antes les provocaba aversión ya no causaba reacción alguna en los participantes. El miedo había desaparecido, pero sólo en aquellos en los que el entrenamiento de extinción, como se conoce este procedimiento, se realizó en las seis horas posteriores a la reactivación.
"Esta visión capta la fluidez de la memoria y sugiere la existencia de un proceso dinámico a través del cual los recuerdos se forman, actualizan y mantienen", explican los autores en las páginas de'Nature'.
Hasta ahora, ha sido posible detallar los mecanismos moleculares que están involucrados en la reconsolidación de la memoria emocional, lo que ha permitido alterar este proceso mediante fármacos, tanto en roedores como en humanos. El problema es que algunas de estas sustancias no son seguras y no se pueden emplear en personas, y otras, las que sí, obtienen resultados dispares en función del individuo.
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2009/12/10/neurociencia/1260432891.html

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